Y así fue como todo comenzo...
En 1979 James Dallas Egbert III era un
muchacho de dieciséis años, viviendo una situación poco común
para alguien de su edad. Era considerado un niño
prodigio y cursaba estudios en la Universidad de Michigan, pero algo
que para muchos sería considerado un gran logro, en su caso fue
fuente de más de una desdicha.
Un día, simplemente desapareció de su
dormitorio en la universidad sin dejar rastros, nadie sabía donde
podía estar y The State News (un periódico universitario)
hizo pública su desaparición en un artículo escrito por Michael
Stuart. Fue luego de esto, que sus padres decidieron contratar a un
investigador privado, de nombre William Dear. En base a sus
investigaciones, Dear llego a formular, entre otras hipótesis, la
posibilidad de que Egbert se hubiese perdido en los túneles
subterráneos de la universidad durante una “partida de rol en
vivo”. Pero Dear al principio de su labor de búsqueda no tenía
ningún conocimiento acerca de D&D y de hecho los pocos amigos
que tenía el joven en la universidad tampoco sabían de su
experiencia como jugador en partidas de rol; esto es algo que el
investigador fue armando en base a conjeturas y como una posible
solución, el problema fue cuando esta hipótesis llego a manos de la
prensa, donde fue recibida con los brazos abiertos.
Entre tanto, Dear siguió con su
trabajo sin ver ningún resultado, era como si el joven se hubiese
evaporado. Las cosas hubiesen seguido así de no ser por una
particular intervención: la del propio Egbert. Días habían pasado
de la repentina desaparición del adolescente, cuando William Dear
recibió una llamada que lo dejo perplejo, el mismo estudiante que el
buscaba, lo contactó telefónicamente para informarle que se
encontraba en Morgan City. Dear, no tardo en ir a buscarlo y fue así
como conoció su historia.
Efectivamente, Egbert había jugado
D&D, pero nunca mientras estuvo en la universidad y esto
definitivamente no tuvo nada que ver con su desaparición. El
adolescente no estaba preocupado por ningún monstruo, ni tenía
delirios ni nada por el estilo, lo que si tenía era una inmensa
presión académica ejercida por sus padres a quienes el hecho de que
su hijo fuera un joven brillante y a su edad estuviese recibiendo ya
educación universitaria no les parecía suficiente. Además de eso
sufría de depresión y estaba intentando reponerse de una adicción
a las drogas. Fueron estos factores los que lo llevaron a intentar
quitarse la vida el 15 de agosto de 1979, cuando se adentro en los
túneles del campus, con una botella de metacualona. Pero su intento
no dio resultado y cuando despertó al siguiente día abandono los
túneles y fue a ocultarse a la casa de un amigo.
Durante varias semanas, huyo de sus padres y de la prensa, y se refugio en casas de amigos, quienes eventualmente terminaban por pedirle que se fuera, asustados ante las repercusiones legales que podrían llegar a enfrentar, por estar albergando a un menor reportado como desaparecido por sus padres.
Al quedarse sin lugares a los que
acudir, Egbert partió hacia Nueva Orleans donde volvió a intentar
suicidarse, esta vez con cianuro. Luego de fallar por segunda vez,
abandono la ciudad y se instalo en Morgan City, en donde obtuvo un
empleo en un campo petrolífero.
Apenas cuatro días más tarde, se contactó con Dear quien fue a
buscarlo para llevarlo de vuelta.
Fue en ese
encuentro cuando el muchacho le revelo la verdad al detective y le
pidió a Dear que ocultara lo que había ocurrido. Así fue como el
investigador accedió a dejar al adolescente bajo la custodia de su
tío, el Dr. Marvin Gross el 13 de septiembre de 1979.
El tiempo pasó y
Dear no se preocupo por levantar las falsas elucubraciones de la
prensa, ni contrarrestar los ataques que sufrían los juegos de rol,
porque si lo hacía, debería estar dispuesto a revelar lo que
realmente había sucedido.
Trágicamente, no
muchos meses más tarde de lo acontecido, Egbert quitó la vida con
un arma de fuego el 16 de agosto de 1980. Sólo cuatro años más
tarde, Dear decidió contar la verdadera historia en un libro al que
llamó “Dungeon Master”, publicado por Houghton Mifflin Harcourt.
A pesar de su título, la obra exoneraba por completo a los juegos de
rol, no habían sido estos la influencia perniciosa en la vida del
joven, los monstruos no estaban dentro de ningún manual, sino
afuera.
El circo
mediático
En el medio de las infundadas críticas a D&D, alguien vio la oportunidad de convertir el enjambre de paranoia en un negocio rentable. Haciendo uso de una admirable velocidad, más que de un talento literario, la escritora Rona Jaffe vio una veta en el asunto y se apresuró a sacar “Monstruos y Laberintos” y lo publicó en septiembre de 1981 (cabe destacar que también ese mismo año salió a la luz “Hobgoblin”, una novela de temática similar escrita por John Coyne, pero cobró menos notoriedad).
No estoy muy segura que pinta el corazoncito ahí. |
La trama es muy sencilla, si bien nunca se establece cuál es el problema mental en concreto que puede sufrir el protagonista (posiblemente esquizofrenia o alguna condición similar) si deja bien en claro que el hecho de practicar juegos de rol implica un problema de base que puede tener que ver con una forma ya de por si distorsionada de ver la realidad que es exacerbada por el juego hasta llegar incluso a provocar conductas autodestructivas e inclusive suicidio. Además, está el planteo del abandono de los juegos de rol como un paso necesario en todos los jugadores para llegar a la madurez y la vida adulta.
Sin comentarios... |
Pero no nos engañemos, este libro no solamente nació en una controversia, sino que la engrandeció. Su propia autora llegó a declarar que se había apurado para que estuviese listo pronto y así evitar que alguien más le ganara de mano a la hora de escribir acerca del tema. Claramente, no se refería a un libro de investigación seria, a una novela realizada luego de haber consultado y averiguado propiamente acerca de la materia tratada, no señor, se refería a aprovechar la oportunidad de subirse al tren del morbo y la desinformación, que por lo que se puede ver la llevo camino al banco.
Cuando menos, este tiene una mini en la tapa. |
“Monstruos y Laberintos” tuvo tanta repercusión, que Thomas Radecki, un psiquiatra estadounidense conocido por su campaña en contra de la representación de escenas de violencia en los medios, llego a citar una carta ficticia que se encuentra en la obra como una “evidencia” de la habilidad de los juegos de rol para causar la muerte entre sus jugadores.
¡Temblad roleros! |
Muchos dirán “después de todo, Robbie, el personaje principal ya tenía problemas desde antes, cualquier cosa podría haberlo llevado al límite, el juego sólo fue un catalizador”. Ante lo cual dejen que les responda, el juego fue EL CATALIZADOR que la autora puso en el lugar de lo peligroso, de lo inmaduro, de la puerta que no debe abrirse y lo hizo A PROPÓSITO para poder sacarle un rédito económico inmediato. Y con esto para nada estoy diciendo que esta mal que un autor aproveche el nicho de un mercado literario, pero en esta situación estamos hablando de tomar un hecho grave y explotar todo el sinsentido e ignorancia que se puede generar alrededor.
¿Podría haber hablado con alguien que efectivamente jugase D&D? Sí, lo podría haber hecho.
¿Podría haber ofrecido una visión distinta y positiva, hablado de cooperación, trabajo en grupo y de favorecer la sana imaginación? Sí, por supuesto que podría haberlo hecho, pero a todas luces, hay momentos en que lo ético no da dinero y hay que pagar las cuentas.
Como
coralario les cuento que la “Fundación Rona Jaffe” posee un
programa que dedicado a buscar y ofrecer apoyo a escritoras y todos
los años selecciona a seis mujeres para entregarles a cada una, la
suma de 30.000 dólares para que continúen con su aporte a la
cultura y la sociedad.
En caso de que algún futuro gran escritor/a nos este leyendo, por favor, den todos los premios que quieran, hagan donaciones a bibliotecas, lo que ustedes prefieran, pero por favor, por favor se los pido, tengan siempre en cuenta que no hay apoyo más valioso a la cultura y la sociedad que ofrecer información digna el público no es algo que debería manipularse para que unos engorden la cuenta bancaria y otros se aterren con el sensacionalismo.
En caso de que algún futuro gran escritor/a nos este leyendo, por favor, den todos los premios que quieran, hagan donaciones a bibliotecas, lo que ustedes prefieran, pero por favor, por favor se los pido, tengan siempre en cuenta que no hay apoyo más valioso a la cultura y la sociedad que ofrecer información digna el público no es algo que debería manipularse para que unos engorden la cuenta bancaria y otros se aterren con el sensacionalismo.
Excelentes historias pueden escribirse sin ensuciar
a nada ni a nadie, sin fomentar la ignorancia y sin tomar algo que
desconocemos para crear un pánico a su alrededor y por una vez,
dejemos al morbo en el lugar en que corresponde: en las historias de
zombis.
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